viernes, 15 de mayo de 2009

Trsiteza y melancolia que no salen de mi...


Sí es cierto, mi amado, la soledad es dolorosa y cruel… y creo que nos llega más a nosotros, los que se resisten a ser uno más solo en la vida, los que decimos estar con nosotros mismos y nunca somos suficientes… los que, igual que todos, pero de una manera diferente, quizá más intensa, necesitamos de un interlocutor, de un no-yo a quien espantar, siempre espantar, uno a quien amar y desear furtivamente… ver su reacción llenándonos el vacío eterno del hombre; siempre de manera fugaz.

Mi amor, yo también necesito manos que me traspasen el cuerpo y me lleguen al alma.



Yo, como tú, mi eterno amor, amo, quiero y desamo, no quiero y quiero… Yo también he intentando vivir sobrepasándome y también me he dado cuenta que nadie puede, de que somos el exacto producto nuestro, de aquello que nos hace ser como somos, del don que Dios nos dio, el que nos apresa y el que a veces nos liberta de maneras que no muchos conocen, ese don que nos hace escondernos en cuevas y del que no podemos escapar y que es tanto don como maldición.

Y tienes razón, mi amor, para qué este dolor… siempre en el fondo y en todo momento sabemos que nuestro destino es el desatino. Siempre el desatino, el destiempo, el des, siempre el des…




Sí, mi amor, no hay calma en la inseguridad ni fortaleza en la incertidumbre, no hay descanso en este buscarse y encontrarse y no hallarse, ni en uno, ni en otro, ni en ningún lugar. Yo también quiero la otra parte, aquella que siempre faltará y que siempre añoramos, pero también sabemos, lo sabemos, y yo se que fue doloroso tu saber, tu entender que esa otra parte no existe para nosotros. Tú y yo fuimos una hermosa excusa de esa otra parte, un sustituto, uno bueno, quizá, pero no era la otra parte.


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